El
lunes ocho de octubre, un día después de las elecciones, los seguidores de la
cuenta twitter @chavezcandanga
leyeron sorprendidos: “Créanmelo: he sostenido una amena conversación
telefónica con Henrique Capriles. Invito a la Unidad Nacional, respetando
nuestras diferencias”.
Es lo que ha debido hacer el Presidente Hugo
Chávez desde el inicio de la campaña presidencial, en lugar de lanzar
expresiones tan descalificadoras como majunche, escuálido, ¿para qué voy a debatir con la nada?
Insistentemente el candidato de la oposición
solicitó un debate sobre ambas propuestas de gobierno, obteniendo como
respuesta el más absoluto silencio, pues “con la nada no se discute”. No es ésta una forma madura de conducir la
discusión en un país democrático, de exponer ante el pueblo –al cual dice
representar- propuestas de gobierno
diferentes y, sobre todo, de dejar en alto la primera magistratura dando una
demostración de civismo ante un joven aspirante a la presidencia. La negativa,
la olímpica arrogancia, fue rotunda desde el principio hasta el fin de la
campaña.
Pero he aquí que “la nada”, pese a su origen
de clase, a la cual fielmente representa, dio una muestra admirable de
moderación a lo largo de la campaña, absteniéndose de responder epítetos
denigrantes y manteniendo hasta el final ante el Presidente su solicitud de
pública discusión. Discretamente “la nada” se convirtió en seis millones y
medio de votos, es decir casi la mitad de los electores venezolanos. Sin duda,
el Presidente Chávez, no negado a la rectificación, ha reflexionado acerca de
la insensatez de pretender anular las potencialidades de sus adversarios
ubicándoles en el rincón de escuálidos, majunches o inexistentes, y, al calibrar el peso del elevado número de
votantes que respaldan a su opositor, accede a conversar sobre la Unidad Nacional. ¡Bienvenida su
decisión!
Veremos lo que cada una de las partes
entiende por Unidad Nacional. La unidad con determinados propósitos que permitan
el avance del país en un clima de paz no equivale a conciliación de clases.
Pero éste es tema de otro discurso. Valga hoy saludar la disposición a poner
fin a la diatriba estéril, a la vez que nos
congratulamos con el pueblo venezolano por su inflexible decisión de no
retroceder el terreno andado y de mantenerse en permanente movilización,
cerrando el paso al enemigo de clase. Le instamos a proseguir sus luchas en
rebeldía hasta asumir la conducción de la auténtica transformación social que
el país reclama.
Sin diatribas ni mesías, el pueblo
construirá su futuro.
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A mi me hubiese encantado que se diera el debate entre candidatos en plena campaña, era la oportunidad perfecta para que expusieran sus respectivos proyectos de país con sus evidentes cargas ideológicas. Hubiese sido muy significativo para la población ver ese debate, y no llego a entender como Chavez peló esa oportunidad, pues estando tan seguro de su proyecto político no se justifica la negativa a confrontarlo.
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