miércoles, 17 de octubre de 2012

El Nobel para un chino chino


                          Mo Yan (No Hablar) es el seudónimo del laureado escritor Guan Moye
 
Intríngulis de un premio
   Penetrar en los intríngulis que mueven al Comité del Nobel para seleccionar a sus galardonados nos llevaría a navegar en escabrosos océanos. Valga indicar que sólo en arranques de negro humor sueco un premio destinado -según el  testamento de su fundador- a recompensar “a los bienhechores de la humanidad” pueda atribuirse a genocidas como Henry Kissinger, agente estadounidense de la escalada de bombardeos masivos contra Vietnam y Kampuchea (Camboya). Conferido conjuntamente en 1973 al tenebroso secretario de estado de la gran potencia y al dirigente vietnamita Le Duc Tho, firmantes de los Acuerdos de Paz en Vietnam, el Nobel de la Paz fue dignamente rechazado por el vietnamita.  Sorprendentes han sido los vaivenes de este galardón. En el 2009 se otorga a Barack Obama cuando apenas asumía la presidencia de la mayor potencia guerrerista del planeta. En 2010 favorece a Liu Xiaobo, un disidente chino, cobijado bajo el manto de defensor de derechos humanos mientras promovía el retorno de China a épocas fenecidas*. En 2012 la elegida es la Unión Europea, irónicamente en sus momentos de aguda crisis, desocupación, recortes sociales y desencuentros entre países miembros.
   El Nobel de Literatura no  siempre ha estado libre de lo que denominarían los franceses arriére-pensée o segunda intención. La selección en el 2000    del disidente Gao Xingjian, quien había adquirido la nacionalidad francesa, no fue vista con buenos ojos por el gobierno chino cuyo desagrado llegó a su clímax cuando el de la Paz se le confirió hace dos años a Liu Xiaobo. Quizás para resarcir a China de una actitud que este país consideró hostil, la Academia Sueca ha tenido buen tino esta vez al galardonar a Mo Yan, un escritor chino chino, cuya obra se afinca en las raíces de su pueblo.
   Nacido en 1955, Guan Moye –quien se dará a conocer como escritor con el seudónimo de Mo Yan- es autor de más de dieciséis libros, entre novelas, relatos cortos y teatro, donde destila  agudo dominio de la sátira social y una exuberante fantasía definida como “realismo alucinatorio” por el jurado sueco.
    Conocedores de su obra, parte de la cual ha sido traducida al inglés y al castellano, señalan dos vertientes en su inspiración: una realista, basada en la historia reciente de China, la otra épico-fantástica.
       Su infancia y adolescencia se amalgamaron con las ricas tradiciones de su aldea natal:  esculturas en barro,  papel recortado, dibujos hechos por los campesinos, canciones populares. Luego vendrían sus vivencias como obrero, como librero, como soldado del Ejército Popular de Liberación en cuyas filas permaneció diez años,  cursando estudios en la Universidad de Literatura del Ejército.
   Pese a las restricciones y a los vaivenes del Partido Comunista de China –al cual pertenece- su producción literaria ha sabido sortear los vendavales políticos. El escenario de su obra abarca desde la revolución democrática de 1911 y la invasión japonesa iniciada en 1931 hasta las reformas actuales.
   Este hombre llano, sin poses de intelectual, es vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos. Su obra literaria no se ha plegado –al parecer- a las conveniencias oficiales. Su novela Rana es una aguda crítica a la política china de un solo hijo, mientras Las baladas del Ajo, publicada en español en 2008, deja al descubierto las nefastas consecuencias de las reformas aplicadas a raíz de  la descolectivización impuesta por Deng Xiao Ping.
   En rueda de prensa, con motivo de su galardón, admitió que “no hay libertad completa para publicar novelas en China”. Pero recalcó:
-Trabajo en China, escribo en China bajo líderes del Partido Comunista. Pero mi obra no puede quedar restringida por los partidos políticos. He dicho y escrito todo lo que he querido decir y escribir.
   Su silencio ante el encarcelamiento del disidente Liu Xiaobo ha sido objeto de críticas. Interrogado al respecto, respondió a secas:
   -Espero que consiga su liberación lo antes posible.
   A las preguntas sobre la influencia ejercida en su obra por las supuestas condiciones de “miseria y opresión” atribuidas por periodistas al pasado reciente de su aldea natal, el escritor, luego de un silencio que parecía conducirle a un viaje retrospectivo con su familia y tantos otros campesinos cuando, libres de la opresión terrateniente,  daban vida a las comunas populares, comentó:
   -Pienso que ciertos señalamientos de Mao Zedong sobre el arte eran razonables, tales como las relaciones entre el arte y la vida.

   Nadie se atrevió a profundizar en su razonamiento. Quizás por desconocer las famosas Intervenciones –de Mao Zedong- en el Foro de Yenán sobre Arte y Literatura (1942) o tal vez, entre los mismos chinos presentes, por considerar extemporáneas aquellas advertencias contra la burocratización, y el apoltronamiento elitescos: “Los artistas y escritores promisorios tienen que ir, durante largos períodos, sin reserva alguna y de todo corazón, a las masas de obreros, campesinos y soldados, al fragor de la lucha y a la única fuente, la  más  caudalosa y rica, para observar,  experimentar, estudiar y analizar todos los tipos de gente, todas las clases, todas las formas vivas de

 
Bambúes, libélulas, grillos y cerbatanas hechos paisaje, pintura de aldeanos o retazos de la vida misma, configuran el universo real y alucinado de su obra.
existencia y de lucha, y toda la materia prima artística y literaria. Sólo entonces podrán emprender su trabajo creador” (MZD).

·         Liu Xiaobo, hoy en prisión en China, condenado en 2009 a 11 años de cárcel, “por incitar a la subversi{on del poder del Estado”, fue uno de los promotores del documento disidente “Carta 08”, publicada el 10/12/2008, cuyo punto 14) plantea la intención de “promover un sistema económico de mercado libre (…)  supervisar la transferencia de la propiedad del Estado hacia el sector privado de un modo honesto, competencial y ordenado (…) poner en marcha una reforma agraria que favorezca la propiedad privada de la tierra, que garantice el derecho de comprar y vender la tierra y permita al verdadero valor de la propiedad privada reflejarse en el mercado”.

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