viernes, 19 de octubre de 2012

PAZ NEGOCIADA DESPUÉS DE 60 AÑOS DE GUERRA


   La reunión previa a la instalación formal de los “Diálogos” Gobierno-FARC por la  Paz en Colombia, se inició en Oslo el 18 de octubre con una posición de fuerza por parte del gobierno colombiano, representado por el exvicepresidente Humberto de la Calle, quien expuso: “No habrá despeje, no habrá cese de operaciones militares”, en tanto la guerrilla y el pueblo colombiano habían planteado la necesidad de un cese al fuego durante las conversaciones.

   La delegación de las FARC está encabezada por Iván Márquez. Cinco son los puntos de la agenda a debatir en este encuentro: problema agrario, participación política, fin del conflicto, drogas ilícitas y situación de las víctimas.  Garantes de este proceso hacia la Paz son Noruega y Cuba, en tanto Venezuela y Chile fungen de acompañantes. Apadrinan el retorno de los insurgentes, después de 60 años de guerra, al camino que ahora trajinan Guatemala, El Salvador, Nicaragua y todos los otros países que emprendieron la guerra de guerrillas y dejaron inconclusos sus objetivos. Al desandar la ruta se enfrentarán a escenarios más degradados que aquellos existentes antes de empuñar las armas.

   Las negociaciones proseguirán en Cuba en noviembre próximo.

   El trabajo analítico de Azalea Robles, difundido en distintos sitios de la red, cuyo texto reproducimos casi en su totalidad, ofrece una amplia visión del significado de esta paz negociada.

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Colombia: conversaciones de Paz
                  en medio de bombardeos y guerra sucia

                                                                                                                  Por  Azalea Robles

-Extractos-   (Véase artículo completo en www.azalearobles.blogspot.com)


Para hablar de paz en Colombia, hay que buscar la raíz de la guerra, y entender que el conflicto antes de ser armado, es social. 


    Ante el anuncio de las conversaciones entre la insurgencia de las FARC y el gobierno colombiano, planteadas para la resolución del conflicto social y armado en Colombia, deviene necesaria la participación del campo popular colombiano con su bandera más ansiada: la justicia social. La Justicia Social es el nombre sincero  de la Paz, una paz encaminada a cambios sustanciales y no a cambios cosméticos que no traerían nunca una paz verdadera; pero sí podrían conducir al campo popular colombiano a otro genocidio a manos de las herramientas estatales.

   ´´La Paz’ ,´ese concepto tan manoseado y a la vez tan anhelado, no se siente de la misma manera en una mansión bogotana, que en una chabola de Buenaventura: porque la guerra empieza con el hambre. La angustia de ver a sus hijos morir de física hambre no es precisamente un ‘remanso de paz’. Las niñas prostituidas en las ciudades dormitorio de las multinacionales mineras -unas niñas cuyo paisaje campesino quedó destrozado por las excavadoras y la codicia-, tampoco viven precisamente una cotubo alzamiento insurgente ante la injusticia social por un lado, e intervención estadounidense y terror de estado para mantener el saqueo por otro lado; países en los que se firmó una paz cosmética, sin cambios estructurales, y en los que hoy las cruentas ‘Maras’ parecen ser el camino de la CIA para canalizar la rabia y el descontento social de miles de jóvenes excluidos: todo sea para evitar que se organicen políticamente en reivindicación de sus derechos.
 

La paz sin justicia social es una quimera que plantean las oligarquías, un contrasentido en un mundo donde el mayor agente genocida y estado de guerra permanente es el hambre, la miseria de las mayorías correlativa al enriquecimiento de unos pocos.









 
 
 
El conflicto social deviene armado ante el exterminio del cuestionamiento político






       La élite despojadora mantiene la injusticia social mediante la restricción del acceso a la educación, mediante los medios de alienación masiva, y mediante el exterminio de quién la cuestione, practicando el terrorismo de estado: en ese contexto preciso de saqueo y represión hay que sumergirse para entender el por qué de un alzamiento insurgente del campo popular, ante la imposibilidad de ejercer la organización social y política sin sufrir persecución encarnizada. Para hablar de paz en Colombia, hay que buscar la raíz de la guerra, y entender que el conflicto antes de ser armado, es social.

       ¿No es acaso guerra el hambre, y guerra la desaparición forzada de quién busca acabarla? ¿Poner fin a la estrategia estatal de guerra sucia no es acaso medular? ¿No es acaso el terror de estado el que empuja a miles de luchadores sociales a la clandestinidad de la insurgencia? ¿No son acaso guerra los encarcelamientos políticos, la existencia de una herramienta paramilitar al servicio del gran capital a la que se le entregan listas de opositores a eliminar, la tortura, la planificación desde altas esferas de desplazamientos poblacionales masivos? No puede haber resolución de la situación colombiana sin tomar en consideración la columna vertebral de la violencia: el terrorismo de estado que perpetúa un sistema económico basado en el despojo de las mayorías. Un terrorismo de estado anterior al alzamiento armado, aplicado para eliminar la reivindicación social; terror que al cerrar los espacios de participación condujo al alzamiento insurgente.

        Colombia lleva más de 60 años desangrándose porque el terrorismo de estado lleva más de 60 años impidiendo las reivindicaciones de un pueblo, que pese a las masacres no se resigna a vivir arrodillado en las cloacas de la mendicidad, mientras las transnacionales saquean el territorio, derribando montañas, envenenado ríos y asesinando la risa de los niños.

       La paz sin justicia social es una quimera que plantean las oligarquías, un contrasentido en un mundo en el que el mayor agente genocida y estado de guerra permanente es el hambre, la miseria de las mayorías correlativa al enriquecimiento de unos pocos.

      Palomas blancas y bolsas de cadáveres: la continua estrategia de propaganda del gobierno colombiano
    Ante la maquinaria de propaganda del gobierno, que nos muestra a un Santos posando con palomas blancas, debemos tener presente qué acuerdos económicos, qué concesiones a multinacionales, qué ley de fuero militar de impunidad impulsa su gobierno, y recordar que se trata del mismo Santos que ayer posaba con bolsas negras contenedoras de cadáveres, y que ofrecía un espectáculo de júbilo macabro tras el asesinato de Alfonso Cano, o con la mano cercenada de un líder estudiantil empujado por la persecución estatal a la clandestinidad insurgente (Iván Ríos) (…) el mismo Santos de las gigantescas concesiones a multinacionales y la locomotora minera; el mismo del bombardeo al Ecuador y el posterior asesinato a quemarropa de los heridos -como relatan las sobrevivientes de la masacre en la que fue asesinado Raúl Reyes, dos decenas de guerrilleros y 5 civiles (…)  La oligarquía colombiana es experta en terror y propaganda, y alterna la exhibición de cadáveres con blancas palomas, habla de ‘paz’ mientras su herramienta paramilitar de la motosierra y su descomunal ejército prosigue el exterminio.
    • Andamio legalista de Santos apuntala un régimen de terror de Estado y despojo capitalista
     
                             
                              Indígenas desalojan  militares  de la  zona de El Cauca
     
     
     
     
     
    El clamor popular reclama que las conversaciones de paz se hagan en medio del“cese bilateral de hostilidades” ; pero el gobierno rechaza el cese al fuego:“Les he pedido que intensifiquen su accionar. No va a haber ningún tipo de cese al fuego”, expresó Santos.
                                                   
     

        El gobierno de Santos ha dado continuidad y profundización al genocidio contra el pueblo colombiano (…)  Su andamio legalista se constituye esencialmente de dos grandes temas: la impunidad para los crímenes de estado y la ‘legalización del despojo’. Cada ley promulgada busca ser disfrazada mediante la manipulación mediática, tal es el caso de las mal llamadas ‘Ley de Tierras’ y ‘Ley de Víctimas’ de su gobierno , presentadas por los mass-media como la panacea, y fuertemente criticadas por las organizaciones sociales. El Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado recuerda que ya son 70 los reclamantes de tierras asesinados bajo el gobierno Santos, y expresa “Consideramos que el modelo de restitución de tierras en Colombia no atiende transformaciones estructurales de los problemas rurales y tiende a ser un mecanismo para legalizar el despojo y abandono forzado de los territorios” .

    • Santos llama a intensificar los bombardeos; el gobierno rechaza el cese al fuego
       El clamor popular reclama que las conversaciones de paz se hagan en medio del“cese bilateral de hostilidades” [Ibíd. ]; pero el gobierno rechaza el cese al fuego:“Les he pedido que intensifiquen su accionar. No va a haber ningún tipo de cese al fuego”, expresó Santos a inicios de septiembre en la base militar de Tolemaida. Santos llama a incrementar los ataques contra la insurgencia. (…) En Kansas declaró, a finales de septiembre, que él mismo ordenó asesinar a Alfonso Cano, luego de que Cano y él habían empezado conversaciones: “Me dijeron que lo tenían rodeado y me dije: las reglas son las reglas, y tomé la decisión de eliminarlo y así se hizo]. Cano fue ubicado y asesinado en labores de diálogo. El 5 de septiembre los medios anunciaban con júbilo macabro la muerte de Danilo García, comandante del Frente 33 de las FARC, y de 15 guerrilleros más, fallecidos en un bombardeo (…)  Resulta perturbador que mientras el gobierno colombiano inicia conversaciones con la insurgencia, reconociendo así de facto su carácter político, el discurso de los funcionarios y de los medios masivos, siga el martilleo intensivo tendente a desnaturalizar la realidad del alzamiento insurgente. El carácter político de las FARC queda en evidencia en sus reivindicaciones claramente políticas. Los estigmas de “terrorismo” impuestos desde el Pentágono buscan desconocer la realidad y cerrar la posibilidad de diálogo político. Timoleón Jiménez, comandante de las FARC, aboga por la solución política por oposición a la solución gubernamental del exterminio:





    “El principal error de todos los procesos anteriores ha sido el de llegar a la mesa a exigir rendiciones, sin voluntad real de atender a la solución de las causas que dieron origen y siguen alimentando la confrontación(…) La oligarquía dominante, apoyada sólidamente por los Gobiernos de los EEUU, lleva ya casi 50 años apostándole al exterminio de las guerrillas. (…)Cuando Santos ordena incrementar las operaciones no está dando satisfacciones a los sectores de extrema derecha, lo hace porque cree con ellos, como todos los anteriores gobiernos, que de veras podrá rendirnos por obra de la fuerza. Precisamente es ese el círculo vicioso que se necesita romper”(…)

        (…) el pueblo colombiano tiene el deber de cuestionarse sobre si la 'voluntad de 'paz' que ha expresado el gobierno no es sino meras palabras, un ardid para ganar tiempo y poder golpear más duramente a la insurgencia y al pueblo organizado.


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