La reunión previa a la
instalación formal de los “Diálogos” Gobierno-FARC por la Paz en Colombia, se inició en Oslo el 18 de
octubre con una posición de fuerza por parte del gobierno colombiano,
representado por el exvicepresidente Humberto de la Calle, quien expuso: “No
habrá despeje, no habrá cese de operaciones militares”, en tanto la guerrilla y
el pueblo colombiano habían planteado la necesidad de un cese al fuego durante
las conversaciones.
La delegación de las FARC está encabezada
por Iván Márquez. Cinco son los puntos de la agenda a debatir en este
encuentro: problema agrario, participación política, fin del conflicto, drogas
ilícitas y situación de las víctimas.
Garantes de este proceso hacia la Paz son Noruega y Cuba, en tanto
Venezuela y Chile fungen de acompañantes. Apadrinan el retorno de los
insurgentes, después de 60 años de guerra, al camino que ahora trajinan Guatemala,
El Salvador, Nicaragua y todos los otros países que emprendieron la guerra de
guerrillas y dejaron inconclusos sus objetivos. Al desandar la ruta se
enfrentarán a escenarios más degradados que aquellos existentes antes de
empuñar las armas.
Las negociaciones proseguirán en Cuba en
noviembre próximo.
El trabajo analítico de Azalea Robles,
difundido en distintos sitios de la red, cuyo texto reproducimos casi en su
totalidad, ofrece una amplia visión del significado de esta paz negociada.
<><><><><><>
<><><><><><>
Colombia: conversaciones de Paz
Por Azalea Robles
-Extractos- (Véase artículo
completo en www.azalearobles.blogspot.com)
Para hablar de paz en Colombia, hay que buscar la raíz de la guerra, y entender que el conflicto antes de ser armado, es social.
Ante el anuncio de las conversaciones entre la insurgencia de las FARC y el gobierno colombiano, planteadas para la resolución del conflicto social y armado en Colombia, deviene necesaria la participación del campo popular colombiano con su bandera más ansiada: la justicia social. La Justicia Social es el nombre sincero de la Paz, una paz encaminada a cambios sustanciales y no a cambios cosméticos que no traerían nunca una paz verdadera; pero sí podrían conducir al campo popular colombiano a otro genocidio a manos de las herramientas estatales.
´´La Paz’ ,´ese concepto tan manoseado y a
la vez tan anhelado, no se siente de la misma manera en una mansión bogotana,
que en una chabola de Buenaventura: porque la guerra empieza con el hambre. La
angustia de ver a sus hijos morir de física hambre no es precisamente un ‘remanso
de paz’. Las niñas prostituidas en las ciudades
dormitorio de las multinacionales mineras -unas niñas cuyo paisaje campesino quedó destrozado por las
excavadoras y la codicia-, tampoco viven precisamente una cotubo
alzamiento insurgente ante la injusticia social por un lado, e intervención
estadounidense y terror de estado para mantener el saqueo por otro lado; países
en los que se firmó una paz cosmética, sin cambios estructurales, y en los que
hoy las cruentas ‘Maras’ parecen ser el camino de la CIA para canalizar
la rabia y el descontento social de miles de jóvenes excluidos: todo sea
para evitar que se organicen políticamente en reivindicación de sus derechos.
La paz sin justicia social es una quimera que plantean las oligarquías, un contrasentido en un mundo donde el mayor agente genocida y estado de guerra permanente es el hambre, la miseria de las mayorías correlativa al enriquecimiento de unos pocos.
El conflicto social deviene
armado ante el exterminio del cuestionamiento político
La élite
despojadora mantiene la injusticia social mediante la restricción del acceso a
la educación, mediante los medios de alienación masiva, y mediante el
exterminio de quién la cuestione, practicando el terrorismo de estado: en ese
contexto preciso de saqueo y represión hay que sumergirse para entender el por
qué de un alzamiento insurgente del campo popular, ante la imposibilidad de
ejercer la organización social y política sin sufrir persecución encarnizada. Para hablar de paz en Colombia, hay que
buscar la raíz de la guerra, y entender que el conflicto antes de ser armado,
es social.
¿No es acaso
guerra el hambre, y guerra la desaparición forzada de quién busca acabarla? ¿Poner fin a la estrategia estatal de guerra sucia no es
acaso medular? ¿No es acaso el terror de estado el
que empuja a miles de luchadores sociales a la clandestinidad de la
insurgencia? ¿No son acaso guerra los
encarcelamientos políticos, la existencia de una herramienta paramilitar al
servicio del gran capital a la que se le entregan listas de opositores a
eliminar, la tortura, la planificación desde altas esferas de desplazamientos
poblacionales masivos? No puede haber
resolución de la situación colombiana sin tomar en consideración la columna
vertebral de la violencia: el terrorismo
de estado que perpetúa un sistema económico basado en el despojo de las
mayorías. Un terrorismo de estado anterior al alzamiento armado,
aplicado para eliminar la reivindicación social; terror que al cerrar los
espacios de participación condujo al alzamiento insurgente.
Colombia lleva más de 60 años
desangrándose porque el terrorismo de estado lleva más de 60 años
impidiendo las reivindicaciones de un pueblo, que pese a las masacres no se
resigna a vivir arrodillado
en las cloacas de la mendicidad, mientras las transnacionales saquean el
territorio, derribando montañas, envenenado ríos y asesinando
la risa de los niños.
La paz sin
justicia social es una quimera que plantean las oligarquías, un contrasentido en
un mundo en el que el mayor agente genocida y estado de guerra permanente es el
hambre, la miseria de las mayorías correlativa al enriquecimiento de unos
pocos.
- Palomas blancas y bolsas de
cadáveres: la continua estrategia de propaganda del gobierno colombiano
Ante la maquinaria de propaganda del gobierno, que nos
muestra a un Santos posando con palomas blancas, debemos tener presente qué
acuerdos económicos, qué concesiones a multinacionales, qué ley de fuero
militar de impunidad impulsa su gobierno, y recordar que se trata del mismo
Santos que ayer posaba con bolsas negras contenedoras de cadáveres, y que
ofrecía un espectáculo de júbilo macabro tras el asesinato de Alfonso Cano, o
con la mano cercenada de un líder estudiantil empujado por la persecución estatal
a la clandestinidad insurgente (Iván Ríos) (…) el mismo Santos de las
gigantescas concesiones a multinacionales y la locomotora minera; el mismo del
bombardeo al Ecuador y el posterior asesinato a quemarropa de los heridos -como
relatan las sobrevivientes de la masacre en la que fue asesinado Raúl Reyes,
dos decenas de guerrilleros y 5 civiles (…)
La oligarquía colombiana es
experta en terror y propaganda, y alterna la exhibición de cadáveres con
blancas palomas, habla de ‘paz’ mientras su herramienta paramilitar de la
motosierra y su descomunal ejército prosigue el exterminio.
- Andamio legalista de Santos apuntala un régimen de terror de Estado y despojo capitalista
Indígenas
desalojan militares de la
zona de El Cauca
El clamor popular reclama que las conversaciones de paz se hagan en medio del“cese bilateral de hostilidades” ; pero el gobierno rechaza el cese al fuego:“Les he pedido que intensifiquen su accionar. No va a haber ningún tipo de cese al fuego”, expresó Santos.
El gobierno de Santos ha dado continuidad y profundización
al genocidio contra el pueblo colombiano (…)
Su andamio legalista se constituye esencialmente de dos grandes temas:
la impunidad para los crímenes de estado y la ‘legalización del despojo’. Cada
ley promulgada busca ser disfrazada mediante la manipulación mediática, tal es
el caso de las mal llamadas ‘Ley de Tierras’ y ‘Ley de Víctimas’
de su gobierno , presentadas por los mass-media como la panacea, y fuertemente
criticadas por las organizaciones sociales. El Movimiento de Víctimas de
Crímenes de Estado recuerda que ya son 70 los reclamantes de tierras asesinados
bajo el gobierno Santos, y expresa “Consideramos que el modelo de
restitución de tierras en Colombia no atiende transformaciones estructurales de
los problemas rurales y tiende a ser un mecanismo para legalizar el despojo
y abandono forzado de los territorios” .
- Santos llama a intensificar
los bombardeos; el gobierno rechaza el cese al fuego
“El principal error de todos los
procesos anteriores ha sido el de llegar a la mesa a exigir rendiciones, sin
voluntad real de atender a la solución de las causas que dieron origen y siguen
alimentando la confrontación(…) La oligarquía dominante, apoyada sólidamente
por los Gobiernos de los EEUU, lleva ya casi 50 años apostándole al exterminio de
las guerrillas. (…)Cuando Santos ordena incrementar las operaciones no está
dando satisfacciones a los sectores de extrema derecha, lo hace porque cree con
ellos, como todos los anteriores gobiernos, que de veras podrá rendirnos por
obra de la fuerza. Precisamente es ese el círculo vicioso que se necesita
romper”(…)
(…) el pueblo colombiano tiene el deber de
cuestionarse sobre si la 'voluntad de 'paz' que ha expresado el gobierno no es
sino meras palabras, un ardid para ganar tiempo y poder golpear más duramente a
la insurgencia y al pueblo organizado.
<><><><><><> <><><><><><> <><><><><><>