Ritos simiescos
El segundo domingo de mayo,
celebrado cual “Día de la Madre”, se
conmemora el aniversario de muerte de una estadounidense, como si cada país no
tuviese sus auténticas heroínas que dieron su vida por cimentar valores en sus
hijos o por acompañarles en luchas patrióticas. Siempre nos hemos opuesto a
celebrar esta fecha impuesta por el país del norte, convertida en competencia
del capital para homenajear las progenitoras.
A continuación reproducimos un
artículo de nuestra autoría, publicado en abril de 2006 en el desaparecido
semanario Temas, bajo el título:
¿Seguir
practicando el luctuoso rito norteño?
Irma Barreto
Hace cien años, en 1906, a una
estadounidense se le ocurrió conmemorar un domingo de mayo el aniversario de la
muerte de su progenitora. Años después, en 1914, el Congreso de Estados Unidos
aprobó la fecha como el “Día de la Madre”. A partir de entonces, uno a uno,
decenas de países, incluido Venezuela, se han plegado a tal conmemoración, sin
importarles que el origen sea ajeno a sus valore vernáculos.
Otros han escogido fechas distintas para festejar este día,
entre ellos Bolivia donde se conmemora cada 27 de Mayo la heroica resistencia
de las mujeres de Cochabamba, quienes organizadas por la ciega Josefa
Gandarilla se enfrentaron a los ejércitos realistas durante la Guerra de
Independencia en 1812. Aquel episodio, donde cientos de mujeres bolivianas
ofrendaron sus vidas en la célebre colina de la Coronilla, es recordado desde
1927 como el Día de la Madre Boliviana. No es, pues, el segundo domingo de mayo
una fecha universal, ni país alguno tiene derecho a imponerlo.
A decir verdad, si queremos liberarnos de la vacuidad de
tantas y tan simiescas celebraciones que convierten algunos días del calendario
en desenfrenada competencia mercantil, debiéramos comenzar por eliminarlos en
la misma medida en que cimentemos auténticos valores en las nuevas
generaciones.
Pero extraerlos del calendario escolar no será tarea
inmediata, por lo cual proponemos que, en lugar de continuar practicando en
Venezuela el luctuoso rito por una difunta estadounidense, al menos se rinda
homenaje en nuestro país a una mujer que se haya identificado con las luchas
del pueblo, librado batallas por transformar la realidad social, forjado en sus
hijos sentimientos de solidaridad, de rebeldía frente a los opresores, de
dignidad ante el atropello infamante, de heroísmo para izar las banderas del
combate; en fin, una mujer que lejos de sumergirse en pasivo dolor cuando las
fuerzas represivas encarcelaron, maltrataron y asesinaron a sus hijos, se hayan
erguido con valentía y heroísmo, recorriendo cárceles, trazando a otras madres
el sendero de la solidaridad y sufriendo prisión ellas mismas sin arredrarse ni
doblegar su espíritu.
Son muchas las madres venezolanas que demostraron tal
entereza y sufrieron el terror e la desaparición, asesinato, cárcel y torturas
infligidas a sus hijos durante la IV República. Algunas de ellas, como Elba
Marín de Bottini (*), Rosa Rojas de Soto (*) y
otras igualmente meritorias, viven aún como testimonio de aquellos años de barbarie.
Todas constituyen vigorosos ejemplos para las nuevas generaciones. Pero entre
aquellas que convirtieron su dolor en fuerza y unieron a la resistencia su
directa participación en la lucha destaca Magdalena Negretti.
Madre del legendario
Comandante Baltasar (Elías Ojeda Negretti) y
de Francisco Ojeda Negretti –ambos entre los primeros en empuñar las armas
contra la represión de los años 60-, Magdalena Negretti falleció en Caracas el
21 de julio de 2001. Había nacido en Valencia el 22 de julio de 1915. Y es esta
fecha, la de su nacimiento, la que proponemos para sustituir en el calendario
venezolano como Día de la Madre, a la que ocupa hoy una ignota estadounidense.
Sería un digno homenaje a una madre venezolana, ejemplo de coraje
y de actitud combatiente. Un reconocimiento que sus compa-triotas, mujeres y
hombres que conocimos su solidaridad y su incansable espíritu de lucha,
solicitaremos ante la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de
Venezuela.
(*) Tanto Elba Marín de
Bottini como Rosa Rojas de Soto han fallecido para la fecha de reproducción de este artículo en La Pulga incómoda.
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