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En sus engavetadas
Memorias Claudio revela los turbios orígenes de un diario ícono de la intelectualidad
venezolana.
Dispuesto a no llevarse a la tumba sus punzantes
verdades, Claudio Cedeño pidió en su última entrevista,(CiudadCCS, 27/10/2009), que “no hablasen de él, de su vida o de su
obra, pues quería aprovechar el intercambio para hacer una denuncia y aclarar
una historia”
Y es que durante
más de medio siglo a Claudio le agobió el peso de una denuncia a su juicio
inconclusa, amordazada, bloqueada por quienes no toleran que los íconos sean
derribados de sus pedestales.
Este SOS de
Claudio fue lanzado precisamente un mes antes de que la Parca le obligase a
“recoger sus macundales e irse de gira astral”, como señaló su alumno y
apologista Jesús Mujica (“Luchando y pintando”, Aporrea, 30/01/2012).
Si bien su
encuentro con Sergio Bronstein, en la citada y postrera entrevista, no daba
margen por razones de espacio para extenderse en detalles sobre un hecho
ocurrido a mediados del pasado siglo, Claudio logró aligerar a medias el peso
de aquel bloqueo que durante tanto tiempo le mantuvo atosigado. No otro término
puede aplicarse a tal amordazamiento, pues cada vez que exponía a sus camaradas
los hechos tal como ocurrieron, éstos le obligaban a callar, diciéndole que se
había convertido en monotemático.
Y Claudio partió
a los pocos días de haber cumplido 93 años, el 29 de noviembre de 2009, sin
lograr expulsar del todo aquella ponzoña, dado que sus punzantes verdades
siguen sin ver la luz.
Memorias
engavetadas
En 2003 nos
incorporamos a un equipo encargado de colaborar con Claudio Cedeño en la
culminación de sus Memorias (aunque él nunca las denominó así), integrado por
Jesús Mujica, quien fue su alumno en la Escuela de Arte “Cristóbal Rojas” y
seguidor de sus enseñanzas en la vinculación del arte con las luchas populares,
partícipe del grupo “Guaicaipuro 1”, dirigido por Claudio en los años 70-80;
por Aníbal Bastardo, tempranamente fallecido, y por otros amigos del artista,
cuyos nombres en estos momentos se nos escapan.
Para aquella
fecha ya Mujica había realizado largas horas de entrevistas con el maestro
caricaturista y tenía un trabajo avanzado bajo el título “Memoria y cuento de
Claudio Cedeño”, título objetado por la suscrita por existir otro similar (Memoria y cuento de la generación del 28,
J.Gabaldón Márquez, 1978). En su lugar propusimos: Las Verdades de Claudio,
inicialmente aprobado, incluso por el mismo Claudio, sujeto a reconsideración.
Se nos comisionó
para dar redacción adecuada a las entrevistas literalmente transcritas
efectuadas por Mujica. Luego de un minucioso trabajo, verificado por todo el
equipo y complementado con nuevas entrevistas a Claudio para aclarar o
complementar conceptos, la labor fue concluida, bajo aprobación de Claudio,
quien insistió en la premura de consignar el material para su impresión.
No sabemos
cuáles duendes se interpusieron para engavetar dichas Memorias.
De
zapatero a director de El Morrocoy Azul
Como homenaje a
Claudio en el tercer aniversario de su partida, deseamos señalar aquí que el
blanco de la denuncia de nuestro amigo caricaturista no fue otro que el diario El Nacional y, muy especialmente, su
fundador Miguel Otero Silva.
El carácter
inédito de sus Memorias nos obliga a exponer sólo algunos puntos que motiven su
publicación. En sus diálogos con Jesús Mujica, Claudio rememora su salida de
Río Caribe, terruño natal. Así lo indica Jesús en el citado artículo: “Claudio
fue uno de los millares que emigró en su exilio económico a los 19 años de
edad. En Cabimas ejerció el oficio de zapatero y comenzó a ligarse a las
incipientes organizaciones de los gremios artesanales que luego desembocarían
en los primeros sindicatos”.
En las
entrevistas que sirven de base a sus Memorias, Claudio evoca cómo en 1941, a
sus 23 años, al llegar a Caracas contacta a “prominentes figuras del campo
revolucionario, como Miguel Otero Silva, Francisco J. Delgado (Kotepa), Carlos
Irazábal, quienes tenían proyectado el lanzamiento de un periódico humorístico:
El Morrocoy Azul.”. Y agrega: “Fui
escogido para ser director de ese periódico por el único mérito de ser
militante del Partido Comunista y de ejercer la función periodística en el
semanario Fantoches, de Leoncio
Martínez, donde hice mis primeros ejercicios como caricaturista"
Firmeza
gremial ante complicidad de un diario
Otra gran
satisfacción de sus años juveniles fue la iniciación en el diario El Nacional como personal de planta, con
una caricatura diaria, durante cuatro años (1946-1950), desempeñándose al mismo
tiempo como Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Prensa. De cómo fue entregado a la Seguridad Nacional –durante la dictadura
perezjimenista- por no avalar en su condición de dirigente sindical el despido
de cuatro periodistas del rotativo, dan cuenta sus memorias.
Y van más allá
al recordar que su prisión y la de Sergio Antillano, también trabajador de El Nacional y directivo suplente en el SNTP,
obedeció a turbias componendas no sólo con las fuerzas represivas de la dictadura,
sino con intereses foráneos. De allí que no fuese reseñada en ningún medio,
como lo ratificó en su postrera entrevista: “Había complicidad entre ellos
(entre los medios); todos estaban vinculados con los concesionarios petroleros
que, junto con las grandes transnacionales, tenían una red de diarios a lo
largo de todo el continente sudamericano”.
Relata Claudio
que de tal mácula no está libre El
Nacional, fundado en 1943, en plena guerra mundial. Amparado en la rebeldía
de los versos de Miguel Otero, el diario de Henrique Otero Vizcarrondo –evoca
el caricaturista- se nutrió financieramente en su fundación “de la concesión de
un royalty de las compañías petroleras en tierras de
Anzoátegui”. De allí que los intereses de la empresa prevalecieran sobre el
fuero sindical.
Para Claudio, activista del SNTP y miembro fundador de la Asociación
Venezolana de Periodistas, el gremio debe mantenerse compacto, indestructible,
impermeable ante toda presión política o empresarial.
¡Mantengamos
vivas sus enseñanzas!