Un nuevo aniversario del salto de Caupolicán
Ovalles a través de la laguna de Estigia, y la reciente publicación de una
antología de sus textos motiva la reproducción de un artículo nuestro,
aparecido hace cuatro décadas, sobre aquella parodia de república donde los
intelectuales venezolanos se ahogaban en el nihilismo.
Bien
podría tener cabida hoy, en la Venezuela del siglo XXI,
una reflexión acerca de ciertos periodistas plegados a falacias que les sitúan
muy a la zaga del ingenio de Sancho Panza en la Ínsula Barataria, quienes –a
diferencia de los contertulios de la República del Este- se han convertido en
consumados sofistas.
A estos fablistanes domesticados, la
Pulga Incómoda clavará muy pronto su aguijón.
He aqyí nuestro artículo:
La “REPÚBLICA DEL ESTE”
o la domesticación de los intelectuales
Por Irma
Barreto
(Semanario Qué Hacer, 17 sept. 1975)
El panorama en tres tiempos que describe Frantz
Fanon para referirse a la evolución de los intelectuales en los países
colonizados ha revestido en Venezuela –país donde el neocolonialismo adquiere
una dimensión nueva con la cultura del petróleo- características inesperadas.
Aquel período de angustia y descontento,
aquella experiencia de la náusea y de la muerte que llevó a muchos intelectuales
no sólo a “asumir posiciones” firmes y combativas en la década del sesenta,
sino a pasar al terreno práctico de la acción revolucionaria, ha atravesado por
fases sucesivas de descomposición hasta alcanzar una etapa de desahogo
visceral, de simple reacción onírica u hormonal ante la realidad caótica que
vive el país.
Nuestros intelectuales, haciendo honor a
Unamuno con aquello de que en América los Aquiles superan a sus Homeros, están
hoy no sólo domesticados con los premios y halagos del señor Presidente –quien
esta vez ha demostrado no ser él quien duerme-, sino además empantanados en un
mar de evasión alcohólica y de frustraciones, al borde, o quizás en la cima de
la enajenación. “No pudiendo hacer el amor con la historia presente de su
pueblo oprimido”, como diría el autor de Los
condenados de la Tierra, los intelectuales venezolanos han descendido
hondo, muy hondo, hasta tocar el fondo del abismo, para erigir allí, en medio
de sus eufóricas bacanales, una “República
del Este” –válvula de escape de todas sus frustraciones, y desde allí
construir una revolución imaginaria, que les permita sentirse dueños ficticios
del poder, amos y señores de un mundo sin complicaciones, donde se confunden en
sonrisas y abrazos desde Atahualpa Montes, ex jefe de la Digepol, hasta Eduardo
Machado, pasando por los traficantes de premios y prebendas.
¡Oh, conciencias importunas, colgad!
Bien pronto nuestros Homeros quedaron extenuados de
sus batallas. Hoy, despojados de todo instrumento de lucha, no saben dónde
colgar sus conciencias. Incómodas como pesados fardos, deben quedar colgadas
cada noche a las puertas de su faunesca república, y recogidas al alba, como
aguijón tormentoso que les oprime. ¡Oh, manes de Alberto Lovera, de José
Gregorio Rodríguez, de Iván Barreto, de César Ríos, desapareced!
¡Oh,
vapores de Baco, calmad nuestras tormentas!
”No hay porvenir: nunca hay porvenir. Eso que
llaman el porvenir es una de las más grandes mentiras. El verdadero porvenir es
hoy. ¿Qué será de nosotros mañana? ¡No hay mañana! ¿Qué es de nosotros hoy,
ahora? Esta es la única cuestión”. Y con esta unamuniana respuesta ellos
pretenden vivir. ¿Viven realmente?
Desprovistos de toda cruzada, se sumergen
cada vez más en el pantano de su ficticia república.
¡Viva la sinrazón, viva la locura!
¿Quién es el loco que habla de revolución? Para
estos intelectuales son tiempos superados, enfermedad ultraizquier-dista. Lo de
hoy es vino, licores embriagantes y, “como en la biblia clásica, amar”,
desaparecer en la euforia de los placeres.
¿Quién hubiera creído que a estas
bacanales se sumarían aquellos mordaces críticos de los años sesenta? He aquí
algunos de los integrantes del “gabinete” de esa risible “República”:
“Ministro” de Planificación y Petróleo,
Héctor Malavé Mata; de Educación, Orlando Araujo; de Bienestar Obrero, Moisés
Gamero; de Relaciones Exteriores, Caupolicán Ovalles.
Son algunos nombres. Muchísimos engrosan
la larga lista de tertulianos de esa válvula de ocio engendrada por nuestros
intelectuales. Y cuán difícil obtener de ellos siquiera una mirada hacia otros
contornos. La palabra pueblo les
asusta. ¿Existió de veras alguna vez en su vocabulario?
El señor Presidente puede
dormir tranquilo… mientras la lucha se encuadre en los ámbitos de esa
domesticada República. Por fortuna, a pesar de su pretendida apertura, el
“movimiento” (paralización) de nuestros intelectuales jamás ha dejado de ser
elitesco
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