Cuando declina la economía del coloso del Norte y sus garras
expansionistas pugnan por retener sus dominios, la alianza con el
país asiático tiene alcances estratégicos
Extemporáneas
han debido sonar en los oídos del Presidente chino Xi Jinping las palabras del
diputado venezolano Diosdado Cabello: “Estamos muy claros de que la vía es el
socialismo”, término barrido en China por la corriente de los tiempos actuales.
Si
algo caracteriza a los dirigentes chinos de todos los tiempos es su moderación
al expresarse, jamás llevados por la improvisación, menos aún en el plano de
las relaciones internacionales o diplomáticas. Sopesar el alcance de cada
palabra, de cada frase, es parte de su formación ancestral. De allí que, en
lugar de darse por aludido en cuanto a la claridad conjunta enunciada por el Presidente
de la Asamblea Nacional Venezolana respecto a la vía socialista, el Presidente
Xi mantuvo el actual criterio chino basado en las nuevas circunstancias
geopolíticas que mueven hoy la acción de países de economía emergente y tienden
a desplazar de sus tradicionales dominios las otrora grandes potencias.
No otra es la finalidad del
acercamiento de China a los países de América Latina: lograr mecanismos de
cooperación estratégica con mayor poder vinculante, como lo señala un informe
especial de la Agencia de Noticias Xinhua.
América Latina –dice el informe- con
vastos territorios, es rica en recursos y China tiene un enorme potencial de
mercado, fondos y tecnología. Esto favorece los intereses estratégicos de las
dos partes para buscar una cooperación de múltiples dimensiones y niveles
basada en resultados de beneficio mutuo.
Es una estrategia reforzada con las
potencialidades de grupos de países de economía emergente como el BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), en cuya VI Reunión celebrada en la
ciudad brasileña de Fortaleza participó el Presidente chino.
Por otra parte, se ha anunciado el
establecimiento del foro China-CELAC (Comunidad de Estados de América Latina y Caribeños), el cual tendrá su primera reunión
este año en Beijing. Es éste un bloque de 33 estados con el cual China ha
delineado un programa de cooperación para el período 2015-2019 por varios
millones de dólares, orientado al comercio, inversión y cooperación financiera.
En la Declaración Conjunta
China-Venezuela ambas partes afirman ser países en vías de desarrollo e
informan haber suscrito 38 acuerdos. El Presidente venezolano planteó asumir la
fórmula 1+3+6 propuesta por su homólogo chino en el encuentro sostenido durante
los días 16 y 17 de julio con los BRICS, la Unión de Naciones Sudamericanas
(UNASUR), integrada por 12 miembros, y la CELAC.
Esta fórmula nos obliga a recordar
la costumbre china de acudir a la combinación de números como recurso
memorístico para determinar programas de acción que abarcan distintos aspectos.
En este caso, 1 es el Plan a mediano plazo (2015-2019), con objetivos de
crecimiento y desarrollo; 3 son los ejes de acción básica: inversión-comercio,
cooperación y apoyo financiero; 6, impulso en seis áreas de trabajo: recursos
naturales, construcción de infraestructura, agricultura, manufactura,
innovación y tecnología.
En el caso concreto de Venezuela se
imponen algunas consideraciones ante el esquema planteado:
Primera – Una
alianza estratégica con China, sin desfigurar los propósitos de la misma
escudándoles tras una supuesta vía socialista, podría conducir al
desplazamiento de Estados Unidos de esta parte de América, en momentos en que
declina la economía de la potencia del norte y cuando sus garras expansionistas
no se resignan a abandonar lo que ha sido su tradicional dominio. De tal
alianza podría Venezuela beneficiarse si estuviese dispuesta a aprender de las
experiencias chinas y a jerarquizar los terrenos de acción donde los
intercambios con el país asiático podrían traducirse en superación del atraso.
Segunda
–
Se afirma en la Declaración Conjunta que ambas partes son países en vías de
desarrollo. China no ha dejado de aseverar que continúa siéndolo, pese a su
avanzado nivel en múltiples campos: económico, industrial, científico,
tecnológico, y a su independencia en los mismos. Ahora bien, ¿es Venezuela un
país en vías de desarrollo? ¿Puede ubicarse en tal categoría un Estado
rentista, monoproductivo, cuya industria básica continúa en manos de empresas
mixtas transnacionales –incluso estadounidenses-, las cuales poseen el 49% de las acciones? En tal situación,
Venezuela no puede clasificarse sino como un país de economía dependiente. En
consecuencia, los beneficios de la cooperación no serán los mismos para el país que invierte y
para el país que se adeuda vendiendo petróleo a futuro; para un país que
depende de la importación hasta en los renglones primarios que para aquél que
ocupa primera escala en la exportación.
Tercera – En el
esquema de cooperación propuesto por China no se privilegia en Venezuela la
tecnología. En el orden expuesto en la Declaración Conjunta vemos que ésta
apenas se menciona en último lugar. Alcanzar soberanía de hecho significa
superar el atraso tecnológico, industrial y científico, base del desarrollo
económico. Sin embargo, la transferencia tecnológica por parte de China no se
concreta en primer plano dentro de esta alianza estratégica. Prioriza el
gobierno venezolano los préstamos de miles de millones de dólares del Fondo
Chino-Venezolano, la construcción de viviendas, el suministro de vehículos y
repuestos, obras de infraestructura, y algo insólito: en lugar de formación en
el país asiático de especialistas en el campo de tecnología e industria, opta
Venezuela por “jornadas de capacitación para funcionarios públicos”. ¡Ya
veremos la caravana de funcionarios venezolanos viajando con sus comitivas a
China en jornadas de capacitación!
China, en cambio, va con paso seguro
hacia sus objetivos. No hay duda de que esta segunda visita de su Presidente a
la América Meridional ha sido estratégicamente estudiada por el país asiático.
Su repercusión será de largo alcance, como bien lo señalan analistas
internacionales. A continuación damos cabida a un artículo de Pablo Rovetta,
vinculado a China desde 1975 cuando inició estudios en la Universidad de Qinghua.
Procedente de Uruguay, cuya dictadura militar hizo emigrar a sus padres, Pablo ha mantenido su acercamiento con la
República Popular China y el estudio de sus transformaciones. Así lo
demuestran sus artículos en el Anuario
Asia-Pacífico y en diversas publicaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario