Para Guillermo Morón, los siglos de colonización española constituyen "el fundamento de nuestra razón de ser como pueblo "
Que un impenitente
renegado de las raíces venezolanas se permita invocar el artículo 350 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para reivindicar los
derechos de un pueblo en el cual no cree, es algo que no puede tener cabida en
un país que ha sabido vencer las sombras y donde hasta en los más apartados
rincones se sabe quién es quien.
A ningún venezolano que
haya pasado por la escuela primaria le resulta desconocido el nombre de
Guillermo Morón, autor de manuales escolares donde disfraza la ambición y
codicia de la conquista afirmando que se trató de una “gran hazaña librada por
la juventud popular de España para incorporar un mundo a la civilización
cristiana”, y considera que “esa acción humana es el fundamento de nuestra
razón de ser como pueblo”.
Aún en nuestros días,
el mismo autor niega la cultura autóctona de los pueblos de este continente,
aseverando que todo rasgo de “cultura intelectual superior se debe a que los moldes son europeos”.
El término colonización
no existe en sus malhadados textos. Desde la llegada del genovés
Cristoforo Colombo a los dilatados
territorios de Abya Yala o Madre Tierra -luego denominados América debido a los
mapas del navegante y cosmógrafo Amerigo Vespucci- hasta culminada la guerra de independencia, lo
que aquí existió, a juicio del docto Morón, fue un “Protectorado” español.
¡Loable protección la de esclavizar y
perpetrar durante siglos el más abominable etnocidio!
Si a algún lector de le
ocurre hojear su Historia de Venezuela,
recientemente reeditada, encontrará que no hubo época colonial en Venezuela,
sino que fuimos provincias de la estructura política de España.
Eurocentrismo y
exabruptos del apostólico caroreño
Según sus propias
palabras, fue por obra y gracia de su progenitora, quien “deseaba tener un
doctor en casa”, que el “católico,
apostólico y caroreño” Guillermo Morón se doctoró en España y pasó en Europa
los difíciles tiempos de la dictadura perezjimenista, reforzando su concepción
eurocéntrica del mundo.
Con tales bases
enjuicia hoy la política venezolana. He aquí sus argumentos: el triunfo de Hugo
Chávez en las elecciones de 1998 se debió
a que los partidos AD y Copei “se habían convertido en polvo y en
chiripero”; el pueblo –inexistente para Morón- no jugó papel alguno en la
votación sino que fueron los ricos, la
burguesía, las clases medias altas quienes decidieron el triunfo del barinés.
Y como si no bastaran
tales exabruptos, quien se considera “el primer doctor en Historia de
Venezuela” pretende humillar a las familias venezolanas de origen campesino al
señalar que han calzado alpargatas. Su
infortunada anécdota donde trata de reivindicar la memoria de su hermano mayor,
“superintendente de educación escolar” durante toda la dictadura de Pérez
Jiménez, es una cabal demostración no sólo de su concepción clasista y
antipueblo, sino denigrante hacia la familia de quien fuera Presidente de
Venezuela. Señala Morón: “El papá de
Chávez tenía una escuelita de tres grados. Él era un hombre del campo, que no
pasaba de usar alpargatas, y la que barría la escuela era la mamá de Chávez. Mi
hermano convirtió esa escuelita en una de seis grados, mientras que a la
barrendera, que es hoy en día doña Elena de Chávez, la nombró bedel” (La
Razón, 05/04/2013).
Invocar un artículo de la Constitución Nacional donde se
establece la fidelidad del pueblo venezolano a la lucha por la independencia y
la libertad le queda grande a quien desprecia sus propias raíces, niega la
colonización practicada por los europeos y pretende justificar tal período de
sujeción como una “necesidad de subsistencia” de aquellas sociedades que
impulsaron la invasión. Le queda grande a quien permaneció en silencio y
solazándose en Europa durante el período dictatorial, cuando fueron menoscabados los derechos de los
venezolanos. Y carece de toda fuerza y credibilidad una voz que califique de
tiranía el gobierno de los últimos años en Venezuela, mientras rinde loas a la
“democracia” de 1958-1998, cuyos atropellos, muertes y desapariciones forzadas
son silenciados en su pretendida historia.
Es lamentable que se
pretenda tomar como árbitro del debate político que hoy vive Venezuela a
alguien cuyas opiniones representan la antihistoria y carecen absolutamente de
validez para ser ofrecidas como guía u orientación ante la opinión pública. Nadie
se llamará a engaño al leer las declaraciones de quien desprecia sus propias
raíces y teje infundios amparándose en el manto de la historia.
Que bueno que la Pulga señale e incomode a este personaje siniestro, que servilismo tan triste es pensar la historia hoy en día desde una perspectiva eurocéntrica. Lo que si está claro es que la colonización sigue y los esbirros no faltan.
ResponderEliminar