Un loable
objetivo es el que se propone la
Defensoría del Pueblo al “desempolvar de la desmemoria y del
olvido” tantos rostros de quienes valientemente opusieron resistencia a
los desmanes de aquella época sombría autodenominada democracia, pero en la práctica
ejecutora de las más salvajes tropelías.
Al
pasear la mirada por esos rostros henchidos de ensueños y de confianza en
sus posibilidades juveniles para transformar una realidad social adversa, no
podemos menos que evocar nuestras propias vivencias, testimoniales hoy de las
raíces de una lucha que no desfallece porque aquellos combatientes abrieron
surcos profundos donde su semilla ha de germinar sin cortapisas.
Su
combate abierto, clandestino o en la montaña tenía como premisa construir un mundo
nuevo, una sociedad igualitaria. Lejos estaban de identificarse con la cruz de
los mártires, pues el calvario y las catacumbas se quedan para los cristianos.
Alberto Lovera, Iván Barreto, Alí José Paredes, Noel Rodríguez y tantos otros
que perdieron la vida en aquellas oscuras décadas no se sentirían reconocidos
como mártires en la Galería
inaugurada en Caracas el pasado 21 de febrero. Proponemos se sustituya
tal denominación por la de GALERIA DE COMBATIENTES HEROICOS ASESINADOS O
DESAPARECIDOS DURANTE LOS GOBIERNOS DE AD-COPEI.
Es
preciso insistir en que fueron los partidos gobernantes AD y
COPEI los autores de tan aberrantes hechos, pues si hacemos una encuesta entre
las nuevas generaciones, sin duda muchos no sabrían responder qué significó el
puntofijismo y quienes integraron tal pacto.
Como un homenaje a la memoria de aquellos valientes luchadores, a su
coraje, a su afán por construir una sociedad distinta, deseamos abrir en este
espacio una galería de testimonios, de evocaciones e incluso de anécdotas
vinculadas con su accionar y su vida, pues el acero que ellos comenzaron a
templar sigue en la forja. Es un espacio abierto a los compatriotas en posesión
de tan valiosa memoria histórica. La inauguramos con nuestra evocación de la
muerte de Alberto Rudas Mezones, cuando cursábamos estudios en la Escuela de Periodismo de la UCV, dirigida por Héctor
Mujica, a la vez que nos fogueábamos en el combate periodístico en las páginas
del diario Clarín.
ALBERTO RUDAS
MEZONES
I
A las once de la noche, cuando no quedaba material alguno por entregar a los talleres, un sacerdote visiblemente exaltado irrumpe en la redacción del periódico.
-¡Yo vi asesinar al estudiante!, exclamó.
Se
trataba del padre Martín Soto, un cura progresista que había presenciado cuando
un agente de la Digepol
(Dirección General de Policía) disparaba desde una patrulla, asesinando al
estudiante Alberto Rudas Mezones, de 16 años de edad, por el delito de gritar
“¡Viva Cuba!”, al concluir una manifestación en protesta contra la ruptura de
relaciones con Cuba.
En
el Puesto de Socorro de Salas, a una cuadra de la sede del diario Clarín, entonces
dirigido por Leonardo Montiel Ortega, yacía el cadáver del joven, aún no
identificado por sus familiares. Cursábamos periodismo en la UCV y fue aquella una prueba
de fuego en una época de persecución polític. Gracias a la información del
Padre Soto, sabíamos que Rudas Mezones residía en el barrio “Párate Bueno” (hoy
Pinto Salinas). En compañía de un hábil fotógrafo, de piel oscura como Rudas
Mezones, nos presentamos cariacontecidos como familiares del difunto, con la
cámara fotográfica oculta en la cartera.Se nos permitió el acceso a la morgue,
extrañamente sin que nadie del centro asistencial nos siguiera.
-No hay otro cadáver en la sala. Salgan rápido para que declaren haberlo
identificado.
Tal fue la advertencia de quien nos acompañó hasta la puerta de la morgue.
Obviamente la desacatamos y escapamos con cautela luego de haber logrado, como
primicia exclusiva para Clarín, la única
foto del joven muerto.
Era el
15 de noviembre de 1961. El día dieciseis la confusión reinaba en el periódico.
Su sede había sido allanada y decomisados todos sus ejemplares, salvo tres
sustraídos por el Jefe de Redacción, Rafael Emilio Alfonzo. Conversaciones del
Director con funcionarios del Ministerio de Relaciones Interiores permitieron
sacar la edición siempre que el título de primera página: “YO VI ASESINAR AL
ESTUDIANTE” fuese sustituido por el de “YO VI MATAR AL JOVEN”.
Con tales argucias lingüísticas el gobierno de Rómulo Betancourt pretendía
engatusar al pueblo.
Aquel histórico ejemplar de Clarín salvado de la barbarie adeca y cuya portada
esgrimía el dedo acusador del Padre Soto con sus indignadas palabras: “Yo vi
asesinar al estudiante”, reposa hoy en el Archivo General de la Nación donde recientemente
lo donamos.
II
En la tarde del 16 de noviembre, en pos de los acontecimientos, nos dirigimos a
la casa de Alberto Rudas Mezones, en el barrio Párate Bueno, donde el acto
velatorio se llevaría a efecto.
Un
vendaval parecía haber arrasado la modesta vivienda. En medio de los rezos de
familiares y amigos, las fuerzas policiales arrebatan violentamente el cadáver
y lanzan a la calle todos los enseres fúnebres. Los lamentos se confunden con
la ira y la impotencia.
¿A quién recurrir si apenas
tres años antes, derrocada la dictadura, ese mismo pueblo había sido llamado a
las urnas para elegir a sus verdugos?
" ¡Sin
precedentes en la historia policial de Venezuela!".
Todos
los implementos fúnebres fueron lanzados a la calle.
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