Caracas nació un día cuando rota
se esparcía clamando
la mineral columna
de los flecheros de embijado rostro.
Indio puro: tu patria era esta faja
nupcial, esta colmena de abundancia.
Combatiendo caíste en el preciso
límite de tu lámpara invadida.
Indio claro: tu patria era esta noche
inconfundible, con sus planetarias
fermentaciones, con su toldo seco
y sus acuosas arpas doloridas.
Defendiéndola así, cayó tu cuerpo
junto a su consumida cornamenta.
Indio triste: tu patria era este río
que hoy lleva doloroso
la copa de tu sangre.
...
Para llegar, Caracas, a la tersa
bandeja en que dormía
marmóreo tu geranio,
el feroz extranjero calcinó las preciosas
castas que defendían
tu flor petrificada,
tu misterioso talismán, tu leve
dios de rubí, tu flauta,
tu pilón y tu
troje, tu enjambre de topacio.
¿Dónde está tu Cacique
de púrpura, tu virgen
marina, el hechicero terrible, la patata
maternal, tu
mimbado fetiche de circonio?
Del ciego escombro salen mis hermanos.
Me llaman con un áspero lenguaje
de agria selva, de llano, de ignota
cordillera.
Velan aún, con sus intactas flechas
en la frontera negra de tu dolor, Caracas.
Uno me dice: -El día que cantamos,
el día de albarizos jilotes, consumido
fue de repente, y sobre nuestros ojos
una humeante cascada
bajó despedazando
nuestros plumajes de zafiro y plata.
Gran hermano: en la
noche
natal que me has
guardado
vive tu día de
honda
genealogía
mutilada; clama
tu día de ancha
clámide colérica y su cárdeno
resuello. Más
profunda
que el humo cruel
de los conquistadores
es la luz con que
llena tu corazón el tiempo.
...
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