jueves, 8 de mayo de 2014

Día de la madre: culto a estadounidense muerta hace un siglo



Hace cien años, en 1906, a una estadounidense se le ocurrió conmemorar un domingo de mayo el aniversario de la muerte de su progenitora. Años después, en 1914, el Congreso de Estados Unidos aprobó la fecha como Día de la Madre.

A partir de entonces, uno a uno, decenas de países, incluido Venezuela, se han plegado a tal conmemoración, sin importarles que el origen sea ajeno a sus valores vernáculos.

Otros han escogido fechas distintas para festejar este día, entre ellos Bolivia donde se conmemora cada 27 de Mayo la heroica resistencia de las mujeres de Cochabamba, quienes organizadas por la ciega Josefa Gandarilla se enfrentaron a los ejércitos realistas durante la Guerra de Independencia en 1812. Aquel episodio, donde cientos de mujeres bolivianas ofrendaron sus vidas en la célebre colina de la Coronilla, es recordado desde 1927 como el Día de la Madre Boliviana. No es, pues, el segundo domingo de mayo una fecha universal, ni país alguno tiene derecho a imponerlo.

A decir verdad, si queremos liberarnos de la vacuidad de tantas y tan simiescas celebraciones que convierten algunos días del calendario en desenfrenada competencia mercantil, debiéramos comenzar por eliminarlos en la misma medida en que cimentemos auténticos valores en las nuevas generaciones.

Pero extraerlos del calendario escolar no será tarea inmediata, por lo cual proponemos que, en lugar de continuar practicando en Venezuela el luctuoso rito por una difunta estadounidense, al menos se rinda homenaje en nuestro país a una mujer que se haya identificado con las luchas del pueblo, librado batallas por transformar la realidad social, forjado en sus hijos sentimientos de solidaridad, de rebeldía frente a los opresores, de dignidad ante el atropello infamante, de heroísmo para izar las banderas del combate; en fin, una mujer que lejos de sumergirse en pasivo dolor cuando las fuerzas represivas encarcelaron, maltrataron y asesinaron a sus hijos, se haya erguido con valentía y heroísmo, como en La Madre,  de Máximo Gorki, recorriendo cárceles, trazando a otras el sendero de la solidaridad o sufriendo prisión ella misma sin arredrarse ni doblegar su espíritu.

No sólo estas mujeres de temple excepcional, emblemáticas en Venezuela, constituyen ejemplo. Están las luchadoras cotidianas, las que se esfuerzan día a día para formar solas a sus hijos, convertidas en heroínas anónimas.

En abril de 2006 el Semanario TEMAS Venezuela dio cabida en sus páginas a este mismo artículo bajo el título “¿Seguir practicando el luctuoso rito norteño?”. A la vez se hizo eco de nuestra propuesta de recoger opiniones y firmas para solicitar ante la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela que en el calendario venezolano se sustituyese la fecha que ocupa una ignota estadounidense por la de una Madre venezolana que hubiese asumido directamente su participación en la lucha, clandestina o abierta, contra los opresores. En aquella ocasión sugerimos el nombre de alguien que jamás ahogó en lágrimas o en pasividad las afrentas de la opresión, sino que, altiva y solidaria, se mantuvo en la vanguardia de las luchas, transmitiendo su impulso a quienes se quedaban en quejas. Esa mujer fue Magdalena Negretti (1915-2001).

Obvia decir que ésta, como otras propuestas nuestras, quedó sepultada en el silencio por parte del Instituto Nacional de la Mujer y otros organismos competentes. En las altas esferas oficiales siempre han hecho mutis ante lo absurdo de permanecer anclados a la fecha trazada por una dama gringa para rendir homenaje a su difunta madre. En actitud simiesca los dictámenes del norte siguen siendo obedecidos.

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