domingo, 26 de mayo de 2013

S E M B L A N Z A S

El viejo roble

Bajo la sombra de un joven naranjo
tranquilo duermes.
Desde la sombra de un joven naranjo
tu presencia fluye.
Lejos, muy lejos, en el lugar
donde el sol ha vencido las sombras
alguien te recuerda
y tu bondad silenciosa se esparce
más allá de los mares,
más allá de infinitas montañas y océanos,
más allá de todas las fronteras
inventadas por el hombre
e inunda mi espíritu de compañía.
Aquí, donde las batallas aún no han concluido,
donde se han derribado tenebrosas montañas,
llega tu voz mezclada con la de los arroyos
cristalinos y puros de mi infancia.
Y su rumor no es distinto de estos otros:
de los que emergen de la montaña Hu Mei
e hilvanan un canto transparente
tendiendo un puente inmenso hacia nuevos combates.
Beijing, mayo 26 de 1980
(En homenaje a Don Felipe Barreto, mi padre, nacido en Santiago (Edo. Trujillo) el 26 de mayo de 1893)
      

Formado en un hogar de medianos agricultores en las montañas trujillanas, Felipe Barreto aprendió en la escuela lugareña hasta que, avanzada la adolescencia, el maestro le dijo: "Ya no tengo nada más que enseñarte".
Cambió entonces el joven Felipe Antonio su cartapacio de libros y cuadernos por una mochila llena de provisiones y, en un brioso caballo, se alejó de los lares paternos. Sus vivencias y aventuras en aquellos primeros años del vigésimo siglo forman parte de su reservado mundo interior, pues no era fácil que Don Felipe soltara prenda cuando de sus secretos se trataba.
Al finalizar la tercera década del siglo le encontramos como administrador o capataz de la hacienda "Los Limones", un bello paraje del entonces municipio San Cristóbal de Torondoy (Mérida), propiedad de una joven viuda, la Sra. Herminia Higuera. ¿Cómo fue a dar a este apartado lugar, circundado de montañas, serpenteado de frondosos bucares que sombreaban las plantaciones de café y tendían una alfombra rojiza en los caminos? Fue siempre éste uno de sus misterios.
¿Cuánto tiempo transcurrió desde su salida de Santiago hasta llegar a Jajó y convertirse en edecán del General Juan Bautista Araujo, hijo del "León de los Andes? ¿En cuáles misiones encomendadas por este adversario del General Juan Vicente Gómez participó el joven Felipe Barreto? Son secretos de la historia, sellados por el honor de un andino inflexible. Gran admirador del valor individual, Felipe Barreto desafiaba el temor y menospreciaba toda actitud pusilánime. Su palabra era un documento.
Las circunstancias quisieron que en aquel pequeño pueblo de San Cristóbal de Torondoy se cobijase, procedente de Jajó, la familia Miliani Araujo. Apenas llegaron, el joven Felipe fue flechado por su hija mayor, Camila, nieta del "León de los Andes". Con ella contrajo matrimonio en abril de 1929.

 
Once hijos nacieron de esa unión, uno fallecido en la primera infancia. Los otros diez forjados en medio de una recia contradicción de clase: la aristocrática Doña Camila pugnando por hacer de sus hijos -sobre todo de las mujeres- niños "de buena familia", distantes de la "gente de la orilla" y de los campesinos, y Don Felipe, de raigambre popular, buscando siempre un parentesco con la doméstica de turno procedente de sus lares nativos. Les unía una preocupación común: la educación de sus hijos, sin distingo de género. De allí que emigraran primero a Valera y luego a Caracas.
Ambos asumieron con entereza la militancia de sus hijos e hijas. Doña Camila no dejaba de rezongar después de cada allanamiento, rezando para que su prole abandonara el comunismo, pero enfrentándose a los cuerpos policiales cuando éstos se presentaban, arengándolos y negándose a suministrar cualquier detalle informativo. Don Felipe con una actitud firme, de reto. Durante uno de los allanamientos cotidianos, un policía mostró su identificación donde se leía el apellido Briceño. "No será de los Briceño de mi tierra -dijo Don Felipe- porque de allá no han salido esbirros".

Antes  de instalar a su familia en Caracas, estando presente en casa de una  de  sus  hijas  durante un  allanamiento  en búsqueda de su hijo Bertilio -dirigente de la huelga del Liceo Fermín Toro-, Don Felipe fue conducido a los calabozos de la Seguridad Nacional,donde permaneció varios días. Estuvo incomunicado. De allí salió con mayor reciedumbre.
Su ánimo no se doblegó ante las contínuas persecuciones, allanamientos, muerte y ausencia de sus hijos.
Falleció en Caracas, el 28 de agosto de 1978, a la edad de 85 años.

miércoles, 22 de mayo de 2013

La antihistoria en la palestra


Para Guillermo Morón, los siglos de colonización española constituyen "el fundamento de nuestra razón de ser como pueblo "


     Que un impenitente renegado de las raíces venezolanas se permita invocar el artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para reivindicar los derechos de un pueblo en el cual no cree, es algo que no puede tener cabida en un país que ha sabido vencer las sombras y donde hasta en los más apartados rincones se sabe quién es quien.

   A ningún venezolano que haya pasado por la escuela primaria le resulta desconocido el nombre de Guillermo Morón, autor de manuales escolares donde disfraza la ambición y codicia de la conquista afirmando que se trató de una “gran hazaña librada por la juventud popular de España para incorporar un mundo a la civilización cristiana”, y considera que “esa acción humana es el fundamento de nuestra razón de ser como pueblo”.

   Aún en nuestros días, el mismo autor niega la cultura autóctona de los pueblos de este continente, aseverando que todo rasgo de “cultura intelectual superior se debe  a que los moldes son europeos”.

   El término colonización no existe en sus malhadados textos. Desde la llegada del genovés Cristoforo  Colombo a los dilatados territorios de Abya Yala o Madre Tierra -luego denominados América debido a los mapas del navegante y cosmógrafo Amerigo Vespucci-  hasta culminada la guerra de independencia, lo que aquí existió, a juicio del docto Morón, fue un “Protectorado” español. ¡Loable protección la de esclavizar y  perpetrar durante siglos el más abominable etnocidio!   

   Si a algún lector de le ocurre hojear su Historia de Venezuela, recientemente reeditada, encontrará que no hubo época colonial en Venezuela, sino que fuimos provincias de la estructura política de España.

Eurocentrismo y exabruptos del apostólico caroreño

   Según sus propias palabras, fue por obra y gracia de su progenitora, quien “deseaba tener un doctor en casa”, que el  “católico, apostólico y caroreño” Guillermo Morón se doctoró en España y pasó en Europa los difíciles tiempos de la dictadura perezjimenista, reforzando su concepción eurocéntrica del mundo.

     Con tales bases enjuicia hoy la política venezolana. He aquí sus argumentos: el triunfo de Hugo Chávez en las elecciones de 1998 se debió  a que los partidos AD y Copei “se habían convertido en polvo y en chiripero”; el pueblo –inexistente para Morón- no jugó papel alguno en la votación sino que fueron  los ricos, la burguesía, las clases medias altas quienes decidieron el triunfo del barinés.

     Y como si no bastaran tales exabruptos, quien se considera “el primer doctor en Historia de Venezuela” pretende humillar a las familias venezolanas de origen campesino al señalar que  han calzado alpargatas. Su infortunada anécdota donde trata de reivindicar la memoria de su hermano mayor, “superintendente de educación escolar” durante toda la dictadura de Pérez Jiménez, es una cabal demostración no sólo de su concepción clasista y antipueblo, sino denigrante hacia la familia de quien fuera Presidente de Venezuela. Señala Morón: “El  papá de Chávez tenía una escuelita de tres grados. Él era un hombre del campo, que no pasaba de usar alpargatas, y la que barría la escuela era la mamá de Chávez. Mi hermano convirtió esa escuelita en una de seis grados, mientras que a la barrendera, que es hoy en día doña Elena de Chávez, la nombró bedel”  (La Razón, 05/04/2013).     


Su voz no reivindica al pueblo

     Invocar un artículo de la Constitución Nacional donde se establece la fidelidad del pueblo venezolano a la lucha por la independencia y la libertad le queda grande a quien desprecia sus propias raíces, niega la colonización practicada por los europeos y pretende justificar tal período de sujeción como una “necesidad de subsistencia” de aquellas sociedades que impulsaron la invasión. Le queda grande a quien permaneció en silencio y solazándose en Europa durante el período dictatorial, cuando  fueron menoscabados los derechos de los venezolanos. Y carece de toda fuerza y credibilidad una voz que califique de tiranía el gobierno de los últimos años en Venezuela, mientras rinde loas a la “democracia” de 1958-1998, cuyos atropellos, muertes y desapariciones forzadas son silenciados en su pretendida historia. 

     Es lamentable que se pretenda tomar como árbitro del debate político que hoy vive Venezuela a alguien cuyas opiniones representan la antihistoria y carecen absolutamente de validez para ser ofrecidas como guía u orientación ante la opinión pública. Nadie se llamará a engaño al leer las declaraciones de quien desprecia sus propias raíces y teje infundios amparándose en el manto de la historia.