Tiempos Tempestuosos
Más de un centenar de aspirantes a cursar
periodismo desbordaban el aula dieciocho de la Escuela de Educación de la
Universidad Central, donde el Profesor Guillermo Korn dictaba una clase
demostrativa de técnica gráfica. Muchos que no habían logrado tomar asiento
escuchaban de pie, desde las amplias puertas traseras del aula que comunicaban
con los espacios verdes circundantes, la disertación del Profesor. Su verbo fácil, su dominio del tema, no
dejaban campo para plantearse aquella interrogante de Carlos Marx: “¿No
desaparecen necesariamente los cantos, las leyendas y la Musa ante la regleta
del tipógrafo?”.
Los
atentos oyentes no eran otros que los primeros en trasponer las aulas
universitarias después del 23 de enero de 1958, para regularizar su situación
como estudiantes en la Escuela de Periodismo, una vez derrocada la dictadura.
Se trataba de un grupo heterogéneo en edades y en condiciones. En su mayoría
profesionales de la prensa, ingresaban a la Universidad mediante un examen de
admisión. Pero había también jóvenes bachilleres, maestras, profesores de
secundaria. Las puertas de la Universidad se abrían para recibirles en medio de
la euforia de aquellos meses posteriores al 23 de Enero.
Divididos
en dos grandes grupos –cursos matutino y vespertino-, aquellos aspirantes al
título universitario en periodismo fueron reduciéndose en número. Al finalizar
el año académico 1962, en el curso vespertino –el más numeroso- sólo quedábamos
unos treinta. Es ésta la promoción Correo
del Orinoco, egresada el 16 de agosto de 1962. La integraban, entre otros:
Raúl Antoni, Víctor Arroyo, Consuelo Azpúrua, Irma Barreto, Beatriz Briceño
Picón, Ángel Cárdenas, Félix Cardona Moreno, Santiago Córdoba, Eliane
Dallongeville, Simón Ferrer, Gladys García Delgado, Servando García Ponce, Armando
González González, Manuel Guerra Indriago,
Miguel Leal, Carmen López de Mejía, Luis Moreno Gómez, Santos Muñoz
Bogarín, Próspero Navarro Sotillo, Luis Ramón Núñez, Víctor Paredes Medina,
Homero Urribarrí, Antonio Valdez. Otros compañeros, como Victoria Saavedra,
Alicia Briceño, Corina Pérez Parra, Gilberto Alcalá, Gudrun Olbrich,
inicialmente en el curso, egresaron posteriormente.
Asumía
Héctor Mujica la dirección de la Escuela. Entre los profesores recordamos a
Raúl Agudo Freites, Pascual Venegas Filardo, Luis Aníbal Gómez, Pedro Beroes,
Ramón Escovar Salom, Héctor Malavé Mata (implacable con sus fórmulas
económicas), Federico Brito Figueroa, Alfonso Rumazo González, José Ramón
Medina.
Eran
tiempos de batallas aquellos. Como muy bien lo señala Beatriz Briceño Picón en
un artículo titulado “Periodismo de la Democracia” (El Universal, 16/09/1987), conmemorando los 25 años de nuestra
promoción, “fueron aquellos tiempos muy especiales, con profesores también muy
singulares, que nos dejaron huella profunda (…) Los tiempos de Betancourt no
fueron fáciles y eso tenía alta resonancia en la Universidad, donde se hacía
proselitismo guerrillero y muchos estudiantes tomaron el camino del interior.
El alma mater ardía y hasta nuestro director estuvo “asilado” en su despacho de
la Escuela de Periodismo (…) Se mantenía ese espíritu tan propio de quienes
sienten que participan en momentos cruciales de la vida de su pueblo…”
Los
profesores no podían ser indiferentes ante esta efervescencia que sacudía las
aulas. Pero mantenían su compostura en el podium magistral, cualquiera fuese su
posición política. Recordamos una anécdota. A raíz de acciones represivas que
conmovían la capital venezolana durante el gobierno de Betancourt, los partidos
y organizaciones de izquierda habían convocado a una manifestación. Nuestro
variopinto curso, incluyendo a trajinados dirigentes comunistas como Servando
García Ponce, nada querían saber de huelgas ni de manifestaciones, pues
asistían a las aulas para graduarse. Pero no todos pensábamos igual.
Se disponía el profesor Pascual Venegas Filardo a
iniciar su clase de Geografía, cuando dos estudiantes, Gladys García e Irma
Barreto, se le acercaron para pedir sólo dos minutos a fin de dirigirse al
curso.
-Si es
relacionado con la actividad docente, pueden hacerlo, dijo el Profesor.
Sin
preámbulos, una de las interlocutoras arengó al curso:
-Permanecer
sentados en las aulas cuando en el país están ocurriendo hechos que demandan
acción, es dar la espalda al acontecer nacional. La Geografía puede estudiarse
en los textos, pero la represión actual exige nuestra presencia. ¡A la calle!
Muy
pocos aplaudieron y se pusieron de pie, mientras los mayorcitos y los
circunspectos permanecían en sus asientos. El Profesor exclamó como Miranda:
“Esto es bochinche”. Y salió del aula. Algunos compañeros y compañeras fueron
enganchados por nuestro ímpetu y nos siguieron hacia El Silencio. Otros, entre
ellos Servando García Ponce, nos amonestaron y se negaron a acompañarnos.
Eran
éstas nuestras vivencias de aquellos agitados días. Desde entonces se ha
deslizado más de medio siglo… ¿Qué ha sido de nuestras vidas, de nuestros
sueños, de nuestros proyectos y arengas o de la moderación en aras de un futuro
equilibrado y tranquilo?
¿Cuántos
sobrevivimos a aquellos tiempos tempestuosos? ¿Hemos anclado en un mar de
calma? Nooo! La calma es la no
existencia y aún vivimos en tiempo de batallas. ¿Qué hemos sembrado? ¿Cuál es
nuestra cosecha?
¿Podríamos
parafrasear a Neruda diciendo “Nosotros los de entonces ya no somos los
mismos”?
Obviamente
no podemos serlo, pues más de medio siglo sobre nuestra humanidad tiene que
haber operado cambios. La dialéctica es implacable. Pero estos cambios llevan
implícita nuestra voluntad, nuestra búsqueda en determinada dirección, nuestra
perseverancia hacia esa meta o nuestra claudicación. Cada quien, según la forja de sus principios
y de su acción, podrá responder si en sus alforjas lleva el suficiente caudal
para transmitir esperanza a las nuevas generaciones.
Caracas, 16 de agosto de
2015, en el LIII aniversario de la promoción de periodistas “Correo del Orinoco” - UCV.