Son
tantas las incongruencias que suelen publicarse que no valdría la pena perder tiempo
en comentarlas. Sin embargo, la magnitud de los despropósitos adquiere a veces
tal nivel que nos obliga a lanzar una voz de alerta para prevenir a lectores
incautos.
Es éste el caso de la entrevista
efectuada a una “profesora y escritora” venezolana -publicada en un semanario
de circulación nacional el 15/03/2015-, quien dice defender, como comunicadora
social, el derecho a la información veraz, mientras ella misma recurre a
falacias para cimentar sus posiciones.
Las declaraciones de esta aspirante a
“dar lecciones a los más jóvenes y al común de la gente” nos obligan a precisar
algunos puntos. Lo haremos desde tres ángulos: 1) Carece de asidero lógico
hablar de “retorno de un comunismo”, dado que en ninguna parte del mundo se ha
llegado a tal etapa. 2) Nada más alejado de la realidad que atribuir la
situación actual de Venezuela a la aplicación de un modelo marxista-leninista,
aquí obviamente inexistente. 3) Es una
patraña la imparcialidad en la política informativa de gobierno alguno y el
clima de libertades que la entrevistada añora “tener de nuevo”.
1. ¿De cuál revolución retorna Gloria
Cuenca?
Dice
Cuenca en la citada entrevista: “Yo sí puedo hablar de lo que es un comunismo,
lo viví en China y precisamente vengo del regreso de la revolución”. Quien hace
tales aseveraciones, proclamándose defensora de la veracidad informativa, no ha
vivido nunca en China. Su esposo, el fallecido periodista Adolfo Herrera, fue
durante varios años corresponsal en Venezuela de la Agencia de Noticias Xinhua,
hasta el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países (1974).
En aquella década, Adolfo Herrera y su familia fueron invitados a China y
tuvieron el privilegio de visitar allí varios lugares, disfrutando durante
algunas semanas de las atenciones y generosidad de los amigos chinos.
Aquel
brevísimo recorrido y el contacto informativo con el país asiático, gracias a
la labor periodística de su marido, llevan a la docente Cuenca a afirmar:
“Estuve 20 años de mi vida participando como militante del partido comunista,
en el maoísmo”.
-¿No
se ruboriza usted, profesora Cuenca, ante sus alumnos y ante los amigos chinos,
al difundir tales falsedades? En
Venezuela no ha habido ningún partido
comunista maoísta. Aquí el Partido Comunista desplegó una amplia campaña contra
Mao Zedong y contra el Partido Comunista
de China (PCCH) durante el Gran Debate con la extinta Unión Soviética. A
quienes nos nucleamos en torno a la otrora posición de principios de China se
nos etiquetaba de “maoístas”. Se creó entonces la Asociación de Amistad
Venezolano-China, presidida por Víctor Ochoa. Al margen de esa Asociación,
militantes de distintas organizaciones de izquierda publicábamos material sobre las políticas que considerábamos
acertadas del PCCH. Jamás la firma de Gloria Cuenca calzó ninguna de esas
publicaciones.
-¿En
cuál vericueto clandestino actuó usted, profesora Cuenca, como militante de su
imaginario “partido comunista maoísta”?
Cuatro
décadas después de su breve paseo por China, esta experimentada docente no
vacila en afirmar que conoce el comunismo y en acusar de asesino al conductor
de una revolución que transformó las bases de una sociedad – para entonces
integrada por más de 600 millones de habitantes- sumergida en las tinieblas feudales y oprimida
por la ocupación extranjera. Los ojos de Cuenca no se detuvieron en las
gigantescas transformaciones operadas en la sociedad china en menos de tres décadas.
Le bastó conservar en su bagaje algunas herramientas que más tarde le serían de utilidad.
Preciso
es señalar que durante cuatro años de nuestra permanencia en China, finalizada
la Revolución Cultural pero aún intactos algunos lineamientos en la estructura
social, pudimos presenciar el entusiasmo de los comuneros al hablar de sus
luchas revolucionarias y de los cambios profundos que dieron un vuelco en sus
vidas. Subsistía el problema habitacional y se mantenía la ruta hacia una
sociedad igualitaria, imposible de alcanzar en pocas décadas. Las secuelas de
algunos errores, como la deificación de Mao Zedong y la práctica de cargos
vitalicios y designación de “sucesores” se hacía sentir en forma negativa en el
criterio de las nuevas generaciones. Al inicio
de los años 80 era ya evidente en China
el efecto del paradójico llamado del PCCH a la descolectivización y a competir
por mayores ganancias. El desplazamiento de la lucha de clases hacia la reforma
económica comenzaba su penosa marcha (1).
Estas
consideraciones escapan a la reflexión de la docente Cuenca, en su afán de
cavar la sepultura de cuanto a su juicio se aproxime al comunismo.
2. Es mera ficción la aplicación en
Venezuela de un modelo marxista
Para
Gloria Cuenca, “el caos económico que atraviesa la revolución chavista –según
sus palabras- es consecuencia del modelo
marxista-leninista” que a su criterio se está aplicando en Venezuela.
Muy
mal parada queda nuestra Universidad Central cuando una docente nutrida en sus
aulas, donde lleva décadas transmitiendo “enseñanzas”, no sólo admite como revolución lo que apenas
ha sido tentativa de un proceso de
cambios, sino que atribuye a este proceso
características del marxismo-leninismo.
En
lugar de un enfoque académico serio acerca de lo que es una revolución y de lo
que implica una auténtica transformación económico-social, la declarante se va
por las ramas y, dando por sentado que estamos en socialismo, abona sus
posiciones ultraderechistas recalcando que “el socialismo no sirve para
nada”.
Lejos
estaría de sus planteamientos, en el supuesto negado de que el escenario
venezolano actual fuese una revolución afianzada en el marxismo, señalar que
las tesis del estudioso alemán no pueden tomarse como una religión y que no
todo lo expuesto por él y por Federico Engels en 1848 podría encontrar literal
aplicación en el siglo XXI. Resultaría ingenuo pedir tal reflexión a quien en
sus escritos se aproxima a las catacumbas y confiesa religiosas ataduras.
3. ¿Libertad de expresión en pasadas
décadas?
Se
queja Cuenca de que en Venezuela hoy se imponga una hegemonía comunicacional y
clama por “tener de nuevo libertad de
informar”. Evoca su visita a China y dice haber quedado aterrada cuando supo
que allí prevalecía la línea oficial, la línea del pueblo. ¿Se imaginaba acaso
encontrar periódicos que reivindicaran la voz de los terratenientes y de los
emperadores?
No
se detuvo a observar los formidables cambios operados en China gracias a la
fuerza colectiva desde 1949, cuando el PCCH tomó el poder. Le bastó una
pregunta acerca de “cómo funcionaban los periódicos” para hacer desmoronar el
débil andamiaje de todas sus “creencias”. Cerró con fuerte llave la
“aterradora” respuesta para esgrimirla años después en Venezuela.
¿Ha
olvidado Cuenca los allanamientos, secuestros de periodistas, confiscación de
ediciones completas de periódicos de izquierda, en los años 70 y 80? Es de los años 70 un remitido -de escasa
circulación por la censura- titulado “¿De
cuál libertad de expresión puede hablarse en Venezuela”, donde se denuncia
el asalto a los talleres donde se imprimía el semanario QUÉ HACER y la incautación de originales y negativos. Centenares de
firmas respaldaron esa denuncia. No figura allí la de Gloria Cuenca.
Recordamos, sí, que fue Adolfo Herrera quien en su condición de diputado
accedió a retirar las planchas de impresión del periódico de los talleres situados en Puente Hierro,
cercados por fuerzas policiales dispuestas a apresar a sus redactores. Está en
nuestro poder ese remitido, si alguien quiere comprobar la libertad de informar
que hoy añora Cuenca.
Debemos
concluir señalando que sus argumentos, celosamente acumulados, aunque carentes
de toda sustentación lógica, la
convierten en valiosa pieza en el tablero del anticomunismo internacional.
1)
Cfr.
Irma Barreto – China: la lucha no ha cesado, EBUC, Caracas 1990.