En el
homenaje a Jorge Rodríguez, en el trigésimo séptimo aniversario de su
asesinato, el Presidente Maduro fustigó las prácticas criminales del
puntofijismo. Ha debido fustigar con
igual dureza a los militares que acaban de causar la muerte por torturas al
cabo Diosny Guinand, en la parroquia de Macarao (Caracas), y a Reny Adolfo
Suárez, en el Táchira, jóvenes ambos de 24 años de edad.
Entrevistamos a Jorge Rodríguez en marzo de 1975, dieciseis meses antes de su muerte, a propósito de la unidad -que entonces creíamos posible- del movimiento revolucionario.
Nos recibió en la sede de la Liga
Socialista, en Catia, organización de la cual era Secretario General. La
entrevista era para el semanario Qué
Hacer, cuyo Consejo Directivo integrábamos. Algo muy significativo dijo
Jorge en aquella ocasión:
-Conviene señalar que las distintas
agrupaciones políticas surgidas a raíz de la división de los partidos de
izquierda en Venezuela (PCV, MIR, etc.) no han desarrollado una confrontación
ideológica que permita ubicar las coincidencias e identificar en qué consisten
las divergencias. Ello ha impedido que las divergencias se procesen en forma
acertada y se afiancen las coincidencias.
-La principal divergencia en el plano táctico
podría ser la no precisión objetiva de la correlación de fuerzas existente en
el país (…) Por otra parte, la lucha por la hegemonía del movimiento
revolucionario suele confundirse con pugnas intergrupales, preñadas de
sectarismo e irracionalismo que impiden a los militantes unir sus esfuerzos en
torno a problemas comunes (…) De allí la existencia de un movimiento
revolucionario débil y disperso, con muy escasos vínculos con la clase obrera.
Hoy, a treinta y siete años de su asesinato,
podemos decir que tales pugnas y desacuerdos, unidas a la ausencia absoluta de
discusión teórica y de un trabajo perseverante en el seno del pueblo, han
prevalecido desde entonces en Venezuela hasta desembocar en confusas amalgamas
definitorias que abarcan desde Jesucristo hasta Bolívar y más acá…
Detenido en extrañas circunstancias, Jorge
Rodríguez es conducido a los sótanos de la Disip, cinco meses después del
secuestro del industrial W.Niehous por un grupo de “Comandos Revolucionarios”,
en la operación Argimiro Gabaldón. ¿Por qué el zarpazo policial hacia alguien
que actuaba abiertamente, en escenario legal? ¿Cuáles intríngulis encierran
estos hechos? Las veredas de la historia habrán de ser desbrozadas.
Sólo dos
días después de su detención el Ministerio del Interior presidido por
Octavio Lepage anuncia su muerte
“a causa de un infarto”. La autopsia –cuya copia reposa en nuestro
poder- revelará la siniestra verdad: desprendimiento de vísceras, hemorragia
interna… Mediante crueles torturas, la democracia -¿representativa de qué?- había
segado la vida del joven dirigente
político, a sus 34 años de edad.
Ayer se le rindió homenaje en el Cementerio
General del Sur. El Presidente Nicolás Maduro y otros altos representantes del
gobierno nacional estuvieron presentes. Al fustigar las prácticas criminales de
los gobiernos de la IV República, el Primer Magistrado pidió a las autoridades
policiales de hoy buscar “un punto de equilibrio”, pues “a veces se pasan en la
aplicación de medidas correctivas”.
Más que un ínfimo punto de equilibrio, el
Presidente Maduro ha debido fustigar con igual dureza a los autores de la
muerte del cabo Diosny Guinand, de 24 años de edad, torturado durante más de 48
horas por integrantes del Grupo de Acciones Especiales (GAE) del Comando de la
Guardia Nacional Bolivariana en Macarao. Luego de causar el deceso por asfixia
mecánica, los autores del crimen dejaron el cadáver en el lecho de una quebrada
desde el 30 de junio hasta el sábado 6 de julio actual, procediendo después a
enterrarlo sigilosamente en una cancha de tiro de la zona. A los familiares del
joven –quien desde hace año y medio se había alistado en el GAE y deja una hija
de cuatro años- hicieron llegar la noticia de que Diosny había desertado.
Este hecho
conmueve a la sociedad venezolana al igual que el ocurrido el día nueve del
presente mes en el Táchira, cuando otro
joven, también de 24 años, Reny Adolfo Suárez, murió a causa de torturas infligidas por funcionarios
del Ejército Bolivariano de Venezuela, destacados en el Fuerte Morotuto, en el
marco del Plan “Patria Segura”. La acción se produjo cuando los militares
encontraron un depósito clandestino de combustible y atribuyeron el comercio
ilegal a jóvenes presentes en el lugar. Según información de testigos, los
militares procedieron a amordazar a los jóvenes, les golpearon con una
manguera, les rociaron gasolina y los expusieron al sol. A Suárez le obligaron
a ingerir combustible y cuando su estado ya era deplorable le condujeron a un
centro asistencial de La Fría, donde llegó sin signos vitales. Según el médico
de guardia –informó la prensa lugareña- la muerte se debió a quemaduras de
tercer grado originadas por gasolina, además de ingesta de la misma.
Hechos como
éstos –y no son los únicos durante el presente gobierno- merecen el más
contundente repudio de la sociedad venezolana y del mundo, al igual que el
asesinato de Jorge Rodríguez y tantos otros cometidos en décadas pasadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario